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  • Foto del escritorCarmen Bes

Trastornos de ansiedad:el control que lleva al descontrol.

Actualizado: 6 feb 2021

Este post sobre los trastornos de ansiedad lo escribo no sólo para las personas que puedan sufrirlos, sino también para aquellos que no siempre validan y respetan el enorme sufrimiento y limitaciones que viven las personas que los sufren.


Así que hoy, tanto si has tenido ansiedad alguna vez cómo si no la has llegado a sentir intensamente, voy a pedirte que imagines que: tienes miedo a salir solo a la calle porque crees que te puede ocurrir algo horrible (un ataque al corazón y que nadie pueda ayudarte, un desmayo que pueda acabar con tu cabeza en algún bordillo de la cera, que alguien te haga algo, etc.).


Trata de ponerte en la situación de que sólo con traer a tu cabeza el pensamiento de salir a la calle, se disparase la activación de tu sistema nervioso, tuvieses dificultades para respirar, notases un dolor punzante en el pecho, sintieses mareo, o notases calambres por el cuerpo y un sinfín de sensaciones desagradables.


¿Qué es lo que harías?

La mayoría de las personas me dice: yo intentaría tranquilizarme, pensar que no va a pasar nada, respirar, intentar relajarme y una vez que lo consiguiese saldría.


Las personas que sufren un trastorno de ansiedad y estén leyendo esto, probablemente estarán pensando… sí claro, cómo si fuese así de sencillo y cómo si esas soluciones no fuesen parte de la trampa.


Lo primero que ha intentado una persona que acaba teniendo un trastorno de ansiedad es: intentar tranquilizarse y no pensar en esas cosas. En terapia breve estratégica lo llamamos solución intentada, una solución que no resuelve el problema sino que complica y mantiene el trastorno a largo plazo en la vida de la persona.



Cuando una persona evita una situación que le genera una emoción desagradable, como es el miedo. En realidad no está evitando la situación sino la activación emocional que aparece en presencia de dicho estímulo, la persona lucha contra las propias experiencias emocionales y cognitivas que aparecen en esas situaciones.


Este es el centro de los problemas de ansiedad: el miedo al miedo, el temor a los afectos valorados como negativos, la angustia por pensamientos desagradables, el miedo a la propia sensación de descontrol.


A este miedo al miedo hay que añadirle todos los esfuerzos de la persona por evitar de forma sistemática el contacto con este tipo de experiencias, un montón de conductas (analizar constantemente qué pasará, llevar siempre ansiolíticos a mano, realizar rituales, no ir a aquellos lugares que antes te encantaban, dejar de viajar, evitar alejarte de lugares dónde no haya hospitales cerca…) que se convierten en una manera de vivir. Una manera de vivir que genera mucho sufrimiento a la persona.


La persona pierde el contacto con el aquí y ahora, con el momento presente y con el sentido (dirección) de la vida, en pro de conseguir un alivio inmediato de la ansiedad, o del dolor psicológico.


La vida se convierte en un sinfín de acciones dirigidas a quitarse la ansiedad, el temor, la vergüenza, los pensamientos sobre lo que los otros estarán pensando, etc.


Se intenta tener todo bajo control y es justo ese exceso de control el que lleva al descontrol. Lo que os cuento miles de veces en consulta, cuánto más trato de no sentir, más siento.


En la mayoría de los casos aparece también el autoengaño: «cuando esté mejor, seré capaz de afrontar o solucionar lo que me preocupa». Sin embargo, nada más lejos de la realidad.


¿Qué ocurre cuando una persona le hace caso a este pensamiento? Lo que ocurre es que pospone todo aquello que está conectado con la vida, con sus ilusiones y sus valores, esperando que ocurra el milagro de sentirse bien para después actuar. Sin embargo, es justo esa espera la que mantiene la espiral o el bucle que les mantiene atrapados en el dolor.


En este punto también comienzan a aparecer pensamientos sobre lo que debería haber hecho, cómo y en qué momento, para haber evitado la situación en la que está… ¿Cómo se llama este sentimiento? Culpa.


Culpa que no ayuda, culpa que paraliza y a la que el entorno contribuye intentado aportar soluciones e ideas de cómo la persona estaría mejor, y sí, tengo claro que es con la mejor intención, pero cómo explico muchas veces en terapia, con la mejor de las intenciones se consiguen los peores efectos (esto lo decía Oscar Wilde).


Vivir el aquí y el ahora, conectar con momentos que pueden hacer que la vida tenga sentido, pero esto tiene relación con hacerle un hueco al malestar, al dolor y la insatisfacción. Si tratamos de evitarlos a toda costa, nos complicaremos mucho la vida que sólo puede ser vivida en plenitud y eso incluye las emociones desagradables. No es fácil, pero es cuestión de aprender a sentir ese miedo y esa ansiedad de una forma diferente.


Caminar por la vida incluye tropiezos, el temor a perdernos, el miedo a ir a sitios desconocidos, el cansancio, las dudas respecto a si llegaremos o no al destino, el dolor que aparece por las pérdidas que van surgiendo en el camino… y de lo que se trata no es de dejar de andar para evitar que todo esto ocurra, sino de aprender a caminar enriqueciéndonos, abriéndonos a la vida que aún con baches puede tener sentido para nosotros si tenemos herramientas para aprender a vivir y no sólo herramientas para no sentir.



Todos estamos aprendiendo siempre a vivir, así que si tienes ansiedad, si lo estás pasando mal, recuerda que se trata de aprender, aprender una nueva manera de moverte por este camino llamado vida.


Se puede resolver un trastorno de ansiedad, con valor, empatía y las estrategias adecuadas, se puede. Y toda aquella persona que lo hace, es un valiente.

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